domingo, 16 de agosto de 2009

¿A QUÉ LE TEMES?




Vivo frente a la selva virgen. A menudo me dicen cuando van por primera vez a mi pueblo y regresan pasado el atardecer. ¿Cómo se atreve a vivir allá? No lo sé, simplemente lo hice, quizás sin reflexionar demasiado. Cuando sales por la noche del pueblo, la selva virgen te abraza como un útero negro en tu canal del parto. Solamente están tú y la oscuridad de la noche. Vivir en este lugar me ha enseñado literalmente a que solamente hay que tenerle miedo al miedo. Cuando me mudé, una de mis primeras noches en la vieja casona de madera octogenaria, entre dormida y despierta, vi más de cien de caras blancas flotando sobre mi cielo raso. Y un par de días después, los indígenas que antiguamente cuidaban la casa, flotando frente a las ventanas. Entonces recé y pedí a no ver nada que no fueran hadas y ángeles. O mejor, no ver gran cosa, no fuera que se me subiera el ego. Lo único que he vuelto a ver, entre dormida y despierta son unas luces hermosas que rodean los árboles y las plantas. Supongo que son las hadas, porque realmente cuidan de la naturaleza como una nana cuida de su infante.
Al principio, temía bajar en las noches, porque entonces, había serpientes en el patio y sapos en la escalera. Había ratones en mi casa, porque había estado abandonada. A mí, simplemente me daban pánico, pero a mi perra y a mis gatos les parecían juguetes. Más adelante encontré una zarigüeya que se comía la comida de mis gatos y me enseñaba los dientes, era su forma de decir que no me temía. Con paciencia y algo de valor, fui armonizando mi jardín y ahora hay muy pocas plagas a mi vista.
Aquellos temores tan arraigados, inexorablemente atraen la misma vibración en cuanto a gente y situaciones. Una vez observé como mediatizaron las inundaciones de Nueva Orleans en la televisión y a los pocos días sucedieron unas inundaciones horribles en un área de la ciudad. Me pregunté muchas veces hasta qué punto no habíamos atraído los elementales de las tormentas, con nuestros miedos a las lluvias. Las emociones son el imán que atrae nuestras experiencias, ya sean negativas o positivas. El Universo, de manera impersonal, simplemente responde a nuestros pedidos y nuestra vibración. Hablando de la lluvia, nunca he creído que mojarse bajo la lluvia aumenta la probabilidad de un resfriado. Aunque mi bis abuela implantó en mi mente el miedo ancestral a los sapos para obligarme a bañarme por las noches, no por eso dejaba de acompañar a mi hermana en sus excursiones bajo la lluvia a buscar ranitas doradas.
Cuando una amiga fue picada por tórsalos y sin darse cuenta le entró un gusano bajo la piel, se lo tuve que sacar con mi pinza de cejas porque no tenía instrumentos, aunque soy médico, tuve que sobreponerme al asco frente a su dolor. Esto es lo que yo llamo la solidaridad humana: sobreponerme a mi miedo frente a tu dolor. Aquí no hay de otra sino de hablar con el vecino, con el policía, con el jardinero, con el recogedor de la basura. Hemos tenido que eliminar la impersonalidad de la gran ciudad y el miedo al que el otro nos haga daño.
¿Sentimos o no sentimos miedo? ¿Lo admitimos o no lo admitimos? La mayoría de las veces, decidimos ignorarlo. ¿Qué tan malo es sentir miedo? Aunque el miedo es una vibración sumamente contagiosa, más que la gripe, no es bien visto admitirlo.
El miedo es uno de nuestros mecanismos de supervivencias más importantes. Nos previene del peligro. Es tan ancestral como la raza humana, cuando no había suficientes herramientas para combatir los depredadores. Hoy día el miedo en gran parte es imaginado, pues el hombre no tiene grandes depredadores aparte de sí mismo. Sin embargo, es este miedo el que nos sube la adrenalina y nos condiciona un estado constante de estrés. ¿Cuántas veces imaginamos una enfermedad o una catástrofe que nunca llega? ¿Cuántas veces nos paraliza? ¿Cuántas veces evitamos una persona o una ruta por miedo? ¿Cuántas veces sentimos miedo inespecífico? La vida no está comprada. Queremos sentir constantemente que estamos seguros, pero puedes vivir en la ciudad más segura del mundo y aún así padecer de un accidente. O vivir temiéndolo y que este nunca llegue. Tal como dijimos en la semana previa, aprende a localizar el miedo en tu cuerpo. ¿Por qué a algunas personas les encanta ir al cine a ver películas de terror? No lo sé a ciencia cierta, pero sí he observado que un sinnúmero de sensaciones fuertes nos recorren el cuerpo y nos hacen sentir que estamos vivos. Trescientos es una de mis películas favoritas y trata precisamente de enfrentar los miedos. Mírala y deja que las imágenes te transmitan los mensajes. Es una película con un alto contenido espiritual. Por una de esas sincronías del destino, como las llamaba Carl Jung, mientras termino esta nota, pasan en la televisión la película 300. Leonidas es conocido por algunas corrientes espirituales como un Maestro. Un Maestro de la Ascensión, o del Rayo Blanco, que quiere decir que se trascendió a sí mismo. Se elevó sobre su condición humana. Trescientos espartanos se enfrentaron a los persas en defensa de las ideas que profesaban. Un sólido sistema de creencias les permitió poner en jaque a los persas, que los superaban con creces. Si no hubieran hecho esto, el mundo occidental tal como lo conocemos, no existiría. Sin embargo, el Rey Leonidas fue derrotado, porque fue traicionado. ¿Cuantas veces te traicionas frente a un miedo? ¡Cuántos dictadores han surgido o se han mantenido como una manifestación colectiva del miedo del pueblo! En estos momentos la inseguridad ciudadana es tal que el pueblo pide a gritos más control militar a pesar que votamos por eliminar el ejército. Ahora enfrentamos como humanidad los miedos colectivos económicos. Recuerdo el pánico de los últimos meses del virus H1N1. Me quedé un rato pensando mientras veía la gente con máscaras por la calle. Esto se mantendrá hasta que superen el miedo y creen defensas. Luego aparecerá otra cosa más interesante a la cual temer.
La próxima vez que temas a algo, observa tu respiración, tus músculos, tu frecuencia cardíaca. Trata de averiguar, si hay una conexión entre tus pensamientos y tu cuerpo. Honra tu miedo. Enfréntalo. No traiciones tus sentimientos. Trata de darle un tono o color a tu miedo.
En el Sistema Bach, el miedo se caracteriza en diferentes formas:
- Si lo que sientes es un pánico que te paraliza, la esencia indicada es Rock Rose (Heliantemo). Por ejemplo, si te encuentras una serpiente, un perro, si no quieres ir al banco porque no quieres revisar tu estado de cuenta, si no quieres recibir tus resultados de laboratorio. La palabra clave es Paralización.
- La esencia Aspen, se utiliza más en miedos inespecíficos: miedo a los fantasmas o el más allá. Miedo a algo que no puedo palpar o que no le puedo poner nombre: la vejez, la enfermedad, la muerte, la pobreza, a tener pesadillas. El miedo de aspen es como una nube gris, que se dice muy frecuente en meditadores y practicantes de ciencias ocultas, pues abren “sus portales” sin protección. La palabra clave es Vaguedad.
- Mimulus es la esencia que se utiliza en los miedos específicos: -Temo que si le reclamo esto…suceda esto.- Temo a los murciélagos. Temo a las abejas porque soy alérgico. La persona puede detallar muy racionalmente y señalar a qué le teme. La palabra clave es Detalle.
¿Y qué ocurre con la proyección del miedo? Hay una sutileza del universo que me encanta. Cuando proyecta dramas en el otro, como si fuera una película. Cuando decimos: “es que no quiere compromisos” lo que sucede es que nosotros mismos somos los que no queremos compromisos. Cuando decimos: es que tiene miedo del futuro. Hay que reflexionar a qué le tenemos miedo del futuro nosotros. Y así podemos continuar. Esto sucede para miedos que tenemos muy profundos o muy racionalizados, donde simplemente no queremos ver dentro de nosotros. El Universo nos da la oportunidad a través de otra persona que exploremos estos miedos (o cualquier sentimiento) y así alcanzar el equilibrio. Es lo mismo que ocurre en las pesadillas, experimentamos la energía con la que no nos sentimos confortables.
Según un Curso en Milagros, solamente existen dos sentimientos: el Amor o el Temor. El Amor disolvería cualquier miedo. Lo único real es el Amor, por tanto todo lo demás es irreal. En eso estriba la paz de Dios,
Una técnica muy poderosa es enfocar nuestra atención en el instante que sentimos miedo en algo positivo. Un recuerdo positivo, la Divinidad, alguien a quien amemos. Recuerdo la única vez en mi vida que fui asaltada. Estaba de turista en otro país de América Latina, la ciudad turística X, supuestamente en una ciudad muy segura. Mis amigas, profesoras jubiladas, querían ir a un barrio a comprar carteras a las dos de la tarde. Algo me decía: - “no vayas”- , sentía un nudo en el estómago, algo me empujaba hacia atrás, pero no seguí mi intuición. Hubo un momento en que les dije: - No camino ni un paso más.- En ese instante todo ocurrió en cámara lenta. Ni siquiera recuerdo el rostro del asaltante, sentí una bola de miedo y rabia acercarse a mi rostro. Dicen que grité, pero no lo recuerdo. Solamente me concentré en mi bolso con todos mis documentos y que este estaba seguro, lo envolví en una luz celeste. El asaltante me arrancó el collar que llevaba y salió corriendo. Realmente no me sucedió nada de lamentar. Después de esto, muchas veces caminé a altas horas de la noche en la ciudad de Lyon, donde nadie respira el más mínimo temor a un asalto. Es la misma sensación de bienestar que se siente en mi pueblo. Mi carro siempre ha funcionado correctamente, a pesar de estar viejito y de tener que ir al Hospital en ocasiones, tarde. Le tengo una confianza absoluta. No temo a la oscuridad del camino, porque me permite ver la luna y las estrellas, espectáculo del que se privan mis amigos citadinos. Simplemente encomiendo mis viajes a la protección angélica y si es demasiado tarde, voy cantando y alabando. Siempre doy gracias cuando llego.
Es una de las razones más poderosas por las que vivo aquí. El que viene de afuera, viene con su saco de miedos al hombro. Les da miedo la selva, el aislamiento, el puente de madera que deben cruzar, los cocodrilos en el río, los sonidos de la selva. A nosotros, los lugareños, simplemente nos fascina el lugar.
En el trabajo de los miedos es importante siempre centrarnos en nuestra respiración. Es lo primero que se altera cuando sentimos temor. Siempre está con nosotros y podemos observar tanto su variación como u normalización. Uno de mis recuerdos más traumáticos ha sido irme a operar un quiste de un seno y al despertar, tocármelo para ver que realmente estaba. Veinte años después he sublimizado este miedo, trabajando activamente en las campañas de la cinta rosada. Entonces aveces, es bueno combinar las esencias para el miedo con Star of Bethleem (Estrella de Belén), con el fin de eliminar el recuerdo traumático que condiciona el miedo y con Elm, si sentimos que nos falta fuerzas para enfrentar el miedo. Agrimony, la esencia que nos permite enfrentar las cosas, también ayuda en algunos casos. Pero lo más importante es poder caracterizar o tipificar el miedo y así poder trabajarlo. Busca un miedo que tengas. Luego, literalmente haz aquello que más temes. Por ejemplo, si te dan miedo los desconocidos, háblale a uno. Si te da miedo el ridículo, canta en la mitad de tu oficina. Te darás cuenta que probablemente tu miedo era infundado. ¿Cuáles son las cinco cosas a las que más les temes? Reescríbeles cinco finales felices. ¿A qué le temes? Eres un espíritu con una experiencia humana. Eso relativiza todos tus temores. Eres llama, luz en la oscuridad. Energía pura. No te resistas, atraviesa tus miedos y lávate las ropas corporales del temor.

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